martes, septiembre 29, 2009

la bola.

La bola rueda y cada vez se hace más grandecita. Digamos que todavía es del tamaño de un guisante, como el niño Germán hace unos meses. Pero ya ves tú, él ya está boca abajo y a puntito de salir. Lo nuestro también saldrá.



Por lo pronto el jueves haremos nuestra tercera lectura. Las dos primeras fueron, no sé, como el niño de "Encuentros en la Tercera Fase", que vé algo monstruoso y divertido a la vez. Todos se acercaron a ver a un recién nacido. Pero no era un niño normal. Era un niño de agua que flotaba en un pentagrama vacío. Abría la boca para llorar o reirse y no se le oía nada. Su voz no tenía sonido. Cuando lo leímos la segunda vez, entre copas de árboles llenas de polvo del barrio más castizo de Madrí, pudimos darnos cuenta de que en la casa de Comadre Rosario el niño bailaba. Bailaba y bailaba mientras chillaba sin chillar. Y al llegar la pausa, después de echar el cigarrito, levantamos el niño en las piernas y al paso, al trote, al galope, al galope, al galope, el niño empezó a decir, pero esta vez sonando flojito: un, dos , tres, cuatro, cinco, seis, siete, y ocho.
Y empezó a bailar. Estamos acojonaos.

He oído rumores de que el próximo jueves, la peña va ir armadita hasta los dientes, para ver al niño ese. Jeje, el jueves llega Alfeo.

Se va a cagar hasta la perra.

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