sábado, octubre 24, 2009

LA MAGIA DE MI PADRE O EL DÍA DE SAN FRUTOS


Salí de casa muy pinturero camino del Pavón, soñando siempre en mis sirenas, y tanto soñar y soñar, me dejé la cartera en casa. Me di cuenta al llegar a Atocha, cuando quise comprar un paquete de Orbit sabor hierbabuena, y zas, ¿la cartera? Me quedé pobre en un momento. Lo único de valor que llevaba encima era mi propio valor, en ese momento muy mermado, las gafas de Dior que me regaló Rober y el Abono Transportes. En fin, menudo marcador. Un marcador que me decía: ¿dónde tienes la cabeza, hijo. Gracias al Abono llegué al Pavón, le pedí dos euros a Alejandro para el café de rutina y seguí con la rutina del Pavón. Después de la función, busque a mi verdadera Regidora, pues hoy pensé que me quería tener más cerca y el Abono me llevó al culo del pabellón goyesco, y allí fui un marido de Pura Cepa. El tiempo se me voló divagando entre primas con demasiada Coraza, Manuel el azote iraní, la doble de Lucía Quintana que salvó a mi amiga al borde del marlagueño, la tía Maga Turca de Campanilla, y una pareja deliciosa de español y Thay. Allí, centrado sobre todo en el amor de mi amiga, las dos caras de Stanislawky y Tailandia intentando entender asombrada lo que era nuestro teatro clásico, me dieron la doce y pico. Campanilla y yo salimos volando soñando nuevamente sirenas de amor y desamor, hacía el País de Nunca Jamás: quería recoger mis cincuenta libros mágicos. Eso me costo caro, pues entré por la boca del Príncipe de Vergara a la una y diez, después de dejar a Campanilla casi dormida. Y el Abono estaba allí para llevarme, pero sólo hasta el Estadio Olímpico. ¡Que mal!. Además tenía un jaquetón, que surgió allá en la Cepa y que yo ya había intentado calmar con polvos mágicos, pero que en esta situación de estrés hacían su efectum lentamente. Ya no sé en que estación a las Ventas presencié una escena de Rinconete y Cortadillo que se choteaban de dos empleados del Metro, y al pié de una corrida de toros congelada y colgada en la pared, un hombre me ánimo flojamente a continuar mi camino, casi sabiendo que sería difícil que volviera a casa.”Mira a ver, si llegas al transbordo en el Pueblo ese Nuevo. Que mal me olía todo aquello. En ese momento me he venido abajo. No sentía ni el dolor de cabeza. Estuve en un Pueblo Nuevo que me hizo poner la atención el los horarios. Pero no fue el tiempo quien corroboró ni destino esta noche sino la leyenda de la derecha. Allí me explicaba cómo el tramo a la Puerta de Arganda estaba sujeto a otro horario. ¿Eso qué quería decir? Eso quería decir que quizá... y el quizá se convirtió en verdad absoluta y en una pantalla de limón y menta vi escrito que todo terminaba tristemente en el Estadio. El Abono se había quedado muerto, miró para otro lado.
Cuando necesito ayuda mi padre sale de su cueva, impecable y disponible, como Peter Pan. Sale en la noche a mi llamada, para rescatarme del Estadio Olímpico y esperándole al borde del río Arcental me llama un ángel pidiendo ayuda, llega mi padre impoluto y jovial, entra el ángel en el coche Picasso, en ese momento un chica que resulta ser la hermana de Iván Bellido, nos pide ayuda también para llegar hasta Coslada. ¡La Humanidad comienza a brotar, el amor florece entre nosotros, yo estaba besando a la hermana, con muleta incluida, de mi amigo Iván! Y entonces en décimas de segundo un muchacho con los ojos rojos recién salido de los brazos de su chavala nos implora compasión y pide entrar también en nuestro coche pues vive en La Cañada. Y mi padre derrocha gracia y guasa con nosotros y le dice al chaval: - cómo te has bebío to el dinero... Esa es la gran magia de mi padre; hace que los demás salven el pellejo.
Mi padre es muy grande. Qué día tan hermoso, qué viaje tan fascinante de la mano de mi padre. ¿Y la canción? Pues... lo que me dijo el chaval de La Cañada al despedirse al pie de mi Berlingo cerca de las ruinas del Rey Lagarto.
El círculo se cerró llegando casi al portón cuando oí por la radio del coche que en ese momento eran las dos, ya que aunque eran las tres, Miguel había viajado en el tiempo. Los milagros existen. Sólo hay que imaginarlos y luchar por ellos, como mi padre. que es el Gran Soñador. Ahora estoy en mi mar de sirenas, con un libro mágico. Hoy es el día de San Frutos, 25 de octubre de 2009, y sé que allí donde no me lleva el Abono, me lleva mi padre. Y sí, sé que lo he molestado esta noche de otoño, pero he aprendido que se puede salir a la calle sin dinero y con muchas sirenas en la cabeza.

Mañana vienen a comerse conmigo un potaje de Mama.

para Campanilla